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EL REGALO DEL FUTURO.


Me desperté esa mañana asustada. El regalo prometido estaba por mi casa,
Un hombre que me recogía todo, me daba las buenas horas y me hacía la comida.

Yo ensimismada me vestí par mi trabajo y el seguía atento a sus quehaceres domésticos. Será posible que esté soñando o es real un hombre perfecto en estos tiempos.
Pues tardé poco en darme cuenta para mi alegría o estupor, era el futuro mi regalo.

Un robot emulando humanos para qué un hombre teniéndole a él en casa.  Al llegar me tenía la cena en la mesa y me atendía de lo más cordial tras un duro día. Poseía un amplio repertorio de conversaciones más allá de futbol o amigotes. Su rostro era lo más real y cándido que mis manos palparon. Su presencia impecable radiaba mi humilde hogar y lo calentaba de compañía a la vez que liberaba mi carga. Se ocupaba no solo de la casa sino le importaba yo. Tener que ir al futuro para tener algo así me resultaba cómico pero a la vez lo mejor que se ha inventado. Me hacía reír incluso, sus chistes eran lo más divertido que había escuchado en años.
Atrás queda los pensamientos de aquellos hombres que me crucé que sólo pensaban:
-Que bien he dormido, el aroma del café me lleva como zombie a la cocina. Así me gusta, una esposa complaciente. Me tomo mi café mientras me trae la prensa, me encanta regocijarme en las críticas deportivas mientras la apuro para que prepare mi ropa. Tengo un día duro en el trabajo, antes de mi salida he de recordarle que recoja mi traje para la fiesta del sábado, en la tintorería, no antes de anotarle que vaya de paso ha comprar algo suculento para la cena. Me visto rápido, no quiero llegar tarde, me despido de mi esposa con mi picar de ojos de siempre y mis buena advertencia, deja todo recogido que llegaré temprano. Arranco mi auto mientras prendo mi cigarrillo, pinta un día caluroso. Llego a mi trabajo y saludo a mis compañeros, bromeando sobre el partido de anoche. No veo a mi secretaria, que mujer tan necia, siempre tarde. Luis dice que llamó que no viene hoy, pero que se creerá, no le paso ni una más, a la calle que hay diez detrás.  Por fin acabo el día en el buffet, retrasado por esa estúpida secretaria. Me apuro en llegar a casa y cuando por fin llego, esa parada no ha terminado la cena. Esos niños revoltosos no me dejan oír las noticias. Que duro, todo el día trabajando y ni descanso en mi casa, ni con mis gritos me dejan así que me voy a dormir que mañana se enteran. Pero que se creerán no respetarme, a mí, que trabajo como petudo para traerles la comida y mantenerles y encima les parece poco. Que desbarajuste mejor pienso en mi escapada con mis amigos del sábado y poder dormir a gusto. Sólo anhelo algo de sentimiento, las lágrimas de cocodrilo o ese placer que siempre buscamos, mientras, me quedo con mi hombre del futuro que es perfecto par mí.


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