gadget

Escritores invitados Luis desde España

Invisibles II

Por Luis.
Era un día como cualquier otro. Estaba sólo, sentado en el mismo sitio de siempre. No le gustaba mucho el recreo. Su primer recuerdo no era alegre. Desde entonces, se había esforzado en llevarse bien con los mayores y no sabía jugar con los niños de su edad. Sus compañeros de clase jugaban al fútbol, pero él no era bueno en eso. Así que poco a poco fue dejando de jugar … No les entendía y no le gustaba jugar a sus juegos. Hasta aquella mañana, sin saber por qué, que una niña empezó a acercársele. Aunque era más pequeña, la había visto antes. No se había acercado a ella porque ninguna niña le hacía caso, y no pensaba que ella fuera diferente.
No estaba acostumbrado a jugar con niños, así que aún menos con niñas. No sabía a que jugaban, aunque las veía saltar a la comba. Había intentado saltar, pero tampoco se le daba bien. Así que pensó que seguro que no quería jugar con él porque no jugaba bien a nada.
Al día siguiente, la niña se volvió a acercar. No sabía porque le miraba mucho, si él no era guapo, o, por lo menos, así lo pensaba. Y, sin esperárselo, le saludó. “Hola” le dijo, pero tan bajito que no sabía si lo había dicho de verdad. Hasta que levantó la cara que casi siempre miraba al suelo y se dió cuenta de que le estaba mirando. Que ojos más bonitos, pensó, y sin pensárselo mucho le contestó “hola”. No se acordaba de la última vez que había hablado con algún otro niño en el recreo. Bueno, sí, desde que se negó a cantar su canción. Un compañero mayor se reía de él cuando cantaba y casi todos los recreos cuando le veía, le pedía que cantase. Hasta que un día se hartó y le dijo que no. Extrañamente, ni le pegó ni le dijo nada, que era lo que él esperaba. Esa fue la última vez que alguien había hablado con él en el recreo. Lo único que hacía era sentarse en su rincón y mirar al suelo, deseando que acabaran los 20 minutos y volver a clase.
El tiempo que pasó del saludo a que la niña le volviera a hablar se le hizo eterno. Tan eterno que le dió tiempo a mirarla. Aunque la había visto antes, no se había fijado mucho porque casi siempre andaba mirando al suelo. Era una niña muy guapa, o, al menos, así lo pensaba. Morena, ojos marrones y con carita de ángel. No entendía porque no estaba jugando con otras niñas y estaba allí, hablándole a él.
“¿Quieres jugar?”. ¿De verdad le había dicho que si quería jugar? Si él no era bueno jugando a nada y ni se esforzaba en aprender juegos nuevos. Tras pensarlo un segundo, le sonrió a la niña y le dijo “vale, ¿a qué jugamos?”. No sabía jugar a nada y tenía miedo de que la niña se diera cuenta y se fuera, pero se arriesgó. No le gustaba pasar los recreos sólo.
No sabía a qué podía jugar con una niña, por eso preguntó que a qué jugaban. Pensó que había hecho algo mal preguntando. La niña se calló, se quedó quieta y parecía pensativa. Al rato, la niña contestó “no sé … ¿a que quieres jugar tú?”. ¿A qué quería jugar él? Él no sabía jugar a nada, y si sabía jugar a algo, lo hacía tan mal que no quería que la niña lo supiera y no quisiera jugar con él. No sabía que contestar, así que le dijo “no sé” y volvió la cara al suelo.
“¿Qué te gusta?”. Los bichos. Le encantaban los bichos, aunque sabía que eso a las niñas no les gustaba. Igualmente, se lo dijo sin pensar mucho. No, eso a ella no le gustó, “a mí no me gustan los bichos”. “A mí me gusta pintar con tiza en el suelo en mi campo”, le dijo la niña. Y el niño se acordó de su campo, y sonrió. Le gustaba la naturaleza, y los fines de semana había aprendido a jugar sólo. Así que le dijo “¿tienes un campo? Yo también … ¿A qué curso vas?”, “a segundo” le contestó. Él iba a tercero, así que se lo dijo, “aahh, yo a tercero”.
De repente, el timbre sonó. No se creía que ya se hubiera acabado el recreo, cuando siempre se les hacían eternos. Tenía que volver a clase así que se giró para ir a su aula no sin antes decirle “oye, me llamo Luis, ¿y tú?”. “Yo María” y la niña se fue andando.
En el siguiente recreo, él se sentó en su mismo sitio de siempre. La niña apareció y se sentó a su lado, pero no le dijo nada. Así que se levantó y le preguntó “¿y cómo es tu campo?”. Quería saber si tenía árboles, animales, bicicletas … Y así estuvieron hablando todo el recreo. Cuando se tenían que separar, la niña le preguntó “¿quieres venir esta tarde a merendar a mi casa?” y le contestó sonriendo “vale, se lo pregunto luego a mi madre”. La niña le sonrió y le dijo “hasta luego”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Reproductor de música